lunes, 7 de octubre de 2019

¿Por qué a algunas personas les afecta más la ansiedad y la depresión?

La función ejecutiva y la respuesta emocional

¿Por qué a unas personas les cuesta más contener sus emociones que a otras? ¿Por qué algunas personas padecen estados prolongados de pesadumbre, rabia -contenida o no- o impotencia ante los acontecimientos? ¿Y por qué otras no?

La principal razón de ello hay que buscarla en el aprendizaje emocional. la forma en la que cada uno hemos ido aprendiendo a manejar nuestras emociones a lo largo de nuestra vida es el principal factor de resiliencia ante el estrés, las incertidumbres y las desgracias que pueden acontecer en la vida diaria.
Sin embargo, ese es un tema para tratarlo en mi blog de psicología clínica, mientras que en este blog, dedicado a la neuropsicología, quiero hablar de otro factor que, aunque indirecto, resulta determinante en la estabilidad emocional: la función ejecutiva.


El concepto de función ejecutiva ha estado -y está- tradicionalmente ligado al establecimiento de planes y resolución de problemas, pero no menos importante es su participación en las estrategias de regulación y en la atención ejecutiva.

La atención ejecutiva no forma parte de las redes atencionales, sino que más bien podemos considerarla el sistema de control de estas. Sería la parte del cerebro encargada de decidir qué requiere atención.
Un ejemplo de la importancia de esta función lo encontramos en el TDAH, Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, que se diagnostica por síntomas pero que se considera un problema de tipo atencional. Cuando diagnosticamos este trastorno mediante mapeo cerebral, vemos que existen diferentes actividades neuronales que corresponden a síntomas similares, no todos ellos relacionados con las redes atencionales. Uno de las configuraciones cerebrales que produce síntomas de TDAH es la ineficacia de la función ejecutiva, relacionada no con una falta de atención, sino con una baja capacidad de establecer prioridades entre los diferentes focos a los que se puede atender.


Pero de todas las subfunciones de la función ejecutiva, la más relacionada con las emociones sería el control inhibitorio.
Se trata de la función cognitiva que nos permite detener conductas, emociones y pensamientos automáticos y establecer respuestas alternativas más funcionales.
Creo que se explica mejor con algunos ejemplos:
  • Vamos andando por la calle y escuchamos una bocina. Andar es una función automática a la que no prestamos atención. Al escuchar la bocina centramos nuestra atención en dicho estímulo, teniendo la capacidad de quedarnos quietos o apartarnos bruscamente, si la circunstancia lo requiere.
  • Estamos tristes por la muerte de un familiar, pero tenemos que acudir al trabajo. Detenemos la respuesta emocional mientras permanecemos en el entorno laboral, o al menos en los momentos en los que en dicho entorno debemos interactuar con otros o concentrarnos para resolver una tarea, pero nos permitimos estar tristes de nuevo después.
  • En el trabajo hemos tenido un problema con un compañero y no podemos dejar de darle vueltas al conflicto, pero llegamos a casa y bloqueamos ese pensamiento para que no perturbe la relaciones con nuestra pareja o nuestro hijos.
En cada caso estamos realizando una conducta automática: mecánica -andar-, emocional -sentir tristeza- o cognitiva -pensamientos obsesivos-.
En cada caso un control inhibitorio eficaz nos ha permitido controlar dicha conducta y preparar otra conducta más útil para cada situación específica.
¿Qué hubiera pasado en caso de tener un mal control inhibitorio? Pues el coche que tocaba la bocina podría habernos atropellado, habremos estado llorando en el trabajo incapaces de realizar nuestras tareas y al llegar a casa habremos pagado nuestro malestar emocional con nuestra familia.



Por eso, aunque las funciones ejecutivas no están directamente relacionadas con las emociones, tienen mucho que ver con la forma en la que las manejamos.
Mi experiencia es que muchas personas que padecen depresiones crónicas y estados de ansiedad generalizada que persiste durante años adolecen de una función ejecutiva no tan efectiva como debiera ser.


Queda la pregunta del millón: ¿se puede mejorar la función ejecutiva?
Y la respuesta es un rotundo sí. Nuestra plasticidad cerebral nos permite mejorar en casi cualquier aspecto de nuestro cerebro que queramos trabajar y en el que nos impliquemos activamente.
Cuando me llega a consulta una persona que lleva mucho tiempo padeciendo depresión o ansiedad, le realizo una evaluación de la función ejecutiva y si veo que no funciona tan bien como debería, intento trabajar de forma simultánea tanto los problemas emocionales como la mejora de la función ejecutiva.


miércoles, 27 de marzo de 2019

Prevenir la demencia

El deterioro cognitivo subjetivo

Hace unos meses escribí un artículo sobre la detección precoz del alzhéimer usando pruebas neuropsicológicas. Me ha vuelto a la memoria este tema tras haber leído un artículo sobre el deterioro cognitivo subjetivo, ya que ambos están muy relacionados.


Aunque la misma expresión aclara su significado, quiero empezar definiendo el término claramente.
Se denomina así a la sensación que tienen algunas personas, que asocian con el incremento de su edad, de que su "cerebro" no funciona tan bien como antes. Se aprecian dificultades de memoria y atención, enlentecimiento mental e incluso deficiencias perceptivas. Pero esas sensaciones no tienen correlatos cuantificables, es decir, que las pruebas que miden dichas características de forma objetiva muestran que el nivel de ejecución de esa persona no está afectado.
La última frase requiere aclaración. Para medir la memoria, la atención y la velocidad de procesamiento utilizamos pruebas neuropsicológicas. Dichas pruebas nos dicen si los valores de dichas capacidades son normales o están desviados de la media. Cuando se habla de deterioro cognitivo subjetivo lo que estamos indicando es que la persona "siente" que algo va mal, pero las pruebas clínicas no detectan problemas.

Una aclaración adicional, aunque la sensación de deterioro cognitivo suele darse en edades avanzadas, no es inusual también en jóvenes adultos y personas de mediana edad. Así, el término, aunque asociado al envejecimiento, no está restringido a una franja de edad concreta.

Pero volvamos al tema de las pruebas neuropsicológicas. ¿El hecho de que una prueba indique que no hay afectación significa realmente que las sensaciones subjetivas son infundadas?
En absoluto, estar dentro de la media de la población no nos dice si ha habido retroceso, solo que nuestro nivel cognitivo actual no difiere demasiado del resto de las personas del mismo rasgo de edad. Si hubiéramos pasado las mismas pruebas a esa persona unos años antes y comparásemos las anteriores con la actuales sabríamos realmente si ha habido un retroceso.
Entonces, ¿es siempre preocupante sentir que las facultades cognitivas disminuyen? Pues siempre no, pero frecuentemente sí.


Las estadísticas nos indican que es mucho más frecuente padecer alzhéimer entre las personas que han notificado previamente un deterioro cognitivo subjetivo. Eso no significa que siempre que se sienten disminuir las facultades cognitivas se vaya a padecer una demencia, pero sí conviene considerar la posibilidad.
Por otra parte, en el citado estudio al que hacía referencia al principio de este artículo, se ha constatado que las personas que alegan padecer un deterioro cognitivo subjetivo se benefician de una rehabilitación cognitiva, mientras que los que no la manifiestan no consiguen mejoras significativas tras el mismo entrenamiento.
Puede parecer algo trivial, pero este hecho es muy importante. Si alguien que dice notar pérdidas de memoria, atención y fluidez mental, tras un entrenamiento en estas capacidades, aprecia mejora quiere decir que efectivamente había sufrido una merma en dichas capacidades.

Muchas investigaciones han mostrado que el inicio del alzhéimer se retrasa considerablemente si la persona tiene una buena reserva cognitiva. Este término hace referencia al uso que hemos dado a nuestro cerebro durante nuestra vida, e incluye conceptos como cultura, conocimientos o inteligencia.
De igual forma, el entrenamiento cognitivo provoca que la demencia se desarrolle más tarde y que tenga un principio más suave.

Dicho lo anterior creo que queda claro que si se tiene la sensación subjetiva de estar perdiendo facultades lo mejor es acudir a un especialista (un neuropsicólogo), que ayude a recuperarlas, pues eso supone un seguro contra la demencia precoz.








martes, 5 de febrero de 2019

Midiendo el cerebro

¿Qué es un mapa mental?

Estos últimos meses he escrito varios artículos sobre la técnica del qEEG (electroencefalograma cuantitativo) y algunos de sus usos, pero aún queda mucho que decir sobre el tema. Esta herramienta diagnóstica, casi desconocida en España, está resultando cada vez más útil en el campo de la psicología clínica y creo que merece algo más de reconocimiento.

Un mapa mental no es más que un electroencefalograma analizado mediante unas funciones matemáticas (transformadas de Fourier, por si tenéis interés) que nos permiten saber el tanto por ciento de cada frecuencia de las ondas cerebrales.
Supongo que para la mayoría de los que estáis leyendo este texto el párrafo anterior habrá sido completamente ininteligible (o casi), así que explico que significa eso a nivel práctico.
Un electroencefalograma mide flujos de iones que se producen cuando una neurona se comunica con otra. La velocidad con la que cambian dichos flujos está directamente relacionada con la velocidad de la comunicación. Por lo tanto, lo que obtenemos con el mapa mental es el tanto por ciento de neuronas que en una zona concreta se comunican a una velocidad específica.
Simplificando podemos decir que obtenemos el porcentaje de neuronas que están comunicando demasiado despacio (flujo delta), despacio (canal theta), en velocidad media (canal alfa), rápido (flujo beta) y demasiado rápido (flujo beta-alta).


¿Y para qué sirve esto?

Os lo explico de forma práctica. Suponed que en un centro que se realizan mapas mentales de este tipo a las personas que se van a medir se les realizan  unas pruebas previas para determinar si padecen algún tipo de problema emocional, cognitivo u otra sintomatología que tenga que ver con la actividad cerebral. Ahora pongamos que queremos buscar una característica concreta, por ejemplo la depresión. Clasificamos todos los mapas que hemos realizado según si las personas que hemos medido presentan o no síntomas depresivos y buscamos las diferencias entre los dos tipos de mapas. Si encontramos uno o varios valores específicos que aparecen siempre en las personas depresivas y no aparecen en las personas que no padecen depresión a partir de ese momento podremos saber si una persona tiene una depresión o no haciéndole un mapa mental, sin tener que realizarle ninguna prueba adicional.
Si hacemos lo mismo con una amplia variedad de de problemas podemos detectar por el mapa mental muchos trastornos de forma más efectiva que basándonos en evaluaciones subjetivas.
Además, esta forma de analizar los mapas mentales permite clasificar algunos problemas en diferentes subcategorías. Por ejemplo los diferentes tipos de ansiedad como explicaba en un artículo anterior, diferentes tipos de depresión, de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), etc.

Pero un mapa mental no solo sirve para detectar problemas, sino que también nos indica la potencialidad de mejora. El margen para aumentar características que nos hagan más efectivos: inteligencia, precisión, anticipación, resistencia al dolor, etc.

Otro punto fuerte de los mapas mentales es confirmar un diagnóstico, por ejemplo es frecuente que en personas con síntomas aparentemente depresivos en realidad su problema sea de tipo ansioso. También puede ocurrir que un problema que se manifiesta con síntomas emocionales pueda tener una causa de tipo más neurológico.

Por todo lo dicho, los mapas mentales resultan especialmente útiles para planificar un tratamiento, ya que nos permiten enfocarlo hacia la causa real y no a la aparente.



¿Hasta que punto son fiables los mapas mentales?

Hay que entender que la forma en que se analizan los datos es estadística y en todas las pruebas en las que se establecen puntos de corte de esta forma cabe la posibilidad de que existan falsos positivos y falsos negativos. No obstante, cuando el valor que se obtiene está lejos del punto de corte, el diagnóstico por esta técnica es muy fiable.

Así que si quieres saber más sobre ti mismo busca en tu zona quién realice qEEGs.